“Ven aquí muchacha”, dijo Tanzan; y tomándola en sus brazos, pasó limpiamente al otro lado a través del barro.
Eikido no dijo una palabra. Al caer la noche, los dos amigos encontraron alojamiento en un monasterio. Entonces Eikido no pudo contenerse más.” Se supone que nosotros los monjes debemos mantenernos alejado de la mujeres “, recriminó a Tanzan, “especialmente si son jóvenes y bonitas. No hacerlo así es peligroso. ¿Cómo pudiste llevar a aquella muchacha entre tus brazos?”
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